“Nuestra vida es un viaje constante, desde el nacimiento hasta la muerte. El paisaje varía, la gente cambia, las necesidades se transforman, pero el tren sigue adelante. La vida es el tren, no la estación.” ―Paulo Coelho, O Aleph
Nuestro tren siguió, y de repente un día el universo nos puso a prueba, a ver si todo eso que veníamos ejercitando con la vida nómade, minimalista y con la adaptación constante a los cambios, resistía aún la peor de las embestidas. ¿Qué pasa con la incertidumbre y la pérdida del control del tiempo?
Iniciamos nuestro año 2022 con una tarea pendiente del 2021. Resultó ser que al cumplir 50 años, por el sistema screening italiano, me enviaron una carta mediante la cual me invitaban a realizarme una mamografía. Con la pandemia de por medio llevaba un tiempo sin hacerla y acudí de inmediato a tan saludable participación. Una señora muy amable me recibió para ponerme ante la siempre máquina torturadora, por más avanzado que sea todo. Con una sonrisa me despidió y me dijo que tal vez podrían volver a llamarme para realizar una ecografía a fin de contar con documentación completa sobre mi persona.
Recuerdo que estábamos caminando por las calles de Castel Gandolfo en Roma, cuando recibí la llamada y por un instante se me paralizó el corazón. Luego, recordé la sonrisa de la señora y que del otro lado me decían, no señora, tranquila es sólo rutina. Reprogramé la visita para mi regreso y allí al hacer la ecografía, me dicen que “tal vez” me llamaban para realizar una resonancia. Siempre con este “tal vez”, nosotros seguimos nuestra vida, nuestras actividades, nuestros viajes. Estábamos a punto de partir a París, cuando me llamaron para realizar la resonancia. Vuelvo a preguntar al médico si veía algo y me dijo que “tal vez” me llamaban para hacer una biopsia.
La vida siguió y nosotros no nos detuvimos. No nos quedamos esperando una llamada del "tal vez" pero, en nuestro listado ese ítem parecía aún no estar terminado. Nunca pensamos en algo malo. Hace muchos años atrás, en Argentina, me habían operado y extraído algún nódulo con lo cual pensamos más en algo de ese tipo que en otra cosa.
Al ver que no me llamaban y, teniendo que viajar a Italia por otros motivos, aproveché para indagar si era que todo estaba bien y podía archivar el tema.
Primero me dijeron que sí, que no había nada pendiente en el sistema y luego, una joven, que desde el otro lado del mostrador escuchaba mi relato, me pidió que esperara que ella se comunicaría con otra persona y gracias a ella yo ese día no me fui, esperé y finalmente esa llamada, que nunca había recibido, en realidad la tenía que haber recibido ya que debía hacer la biopsia en la mama izquierda.
Así pasamos del 2021 al 2022 con la tarea pendiente y el 18 de enero me presenté en el consultorio a realizarme la biopsia. Estaba sola, por tema COVID no se podía ir acompañado. Mientras yo yacía sobre la camilla con posición incómoda, el médico me preguntó si había visto al cirujano. Mi respuesta, luego del asombro por la pregunta, fue obviamente que no. Hasta ese momento todo se trataba de un “tal vez” la llaman y así fui pasando de un control al otro. ¿Por qué habría hablado con un cirujano?
Antes de despedirme, el médico me dijo que cuando estuviera el resultado de la biopsia me llamaría su secretaria y que vaya a hablar con él, que siempre algo se podía hacer, además de revisarme la mama derecha y decir que algo había de lo que no habían informado anteriormente. En realidad, sobre esta última parte mis recuerdos eran más borrosos ya que lo anterior me había dejado algo confundida y perpleja.
Recuerdo que salí del consultorio e ingresé directo al baño a sacarme las lágrimas que no podía contener más en mis ojos. Salí caminando del hospital como en una nube de sentimientos y pensamientos que pasaban rápidamente.
Volví a mi cama, de ese momento, y me quedé toda la tarde descansando, asimilando lo sucedido. Wal me esperaba en Madrid al día siguiente.
Con quien lo compartí en ese momento, coincidían en que debía esperar el resultado, que no me adelantara; que tal vez yo había comprendido mal. Mi nivel de italiano no es excelente, en términos médicos, pero me creía capaz de haber entendido entre líneas por las cosas que me decía el médico y no por algo específico y concreto. Así debía esperar unos veinte días para tener el resultado.
Al reencontrarme con Wal y poder contarle, ya las lágrimas eran compartidas, eran en compañía.
Fuimos a ver el atardecer en el Templo Debob y entre caricias, nos miramos y dijimos: bueno, sea lo que sea de todos modos debemos esperar y no podemos cambiar nada aquí y ahora. Así que seguimos nuestro viaje, pero comenzamos a tomar algunas decisiones previsoras cancelando estaciones, incluyendo otras, haciendo cambios de direcciones. Siendo flexibles en los itinerarios previstos.
Así pasamos los días de espera, que no fueron 20 sino 40, por momentos se hizo intensa la espera y no faltaba quien traía aires de clarividencia con frases del estilo “si no hay noticias, es una buena noticia”, “tal vez no comprendiste bien el idioma y te estás haciendo una película”. En esos momentos la duda del idioma estaba sembrada y el reclamo por no haber hecho preguntas también, pero lo cierto es que en este universo todo ocurre en el momento que debe por una razón y yo estaba transitando ese propósito.
Se acercaba mi cumpleaños y durante la espera surgió viajar a Portugal, lo cual decidimos hacer. Sin duda la vida no se detiene y debemos disfrutar cada momento como se nos presenta.
Como regalo de cumpleaños, llegó la llamada con la cita esperada para el 10 de marzo. Llegamos con Wal ante el consultorio del mismo médico que me había realizado la biopsia. Aguardamos en el pasillo a que salga y nos llame. De repente se asoma y nos dice -teniendo un sobre en la mano-: bueno, es B5b (señalando la parte exterior del sobre donde además de mi nombre se encontraba esa inscripción) y con este tumor debe ir a ver al cirujano en el segundo piso, pero antes debo hablar con la directora de quirófano y debo terminar con un paciente así que esperen aquí. Entró y cerró la puerta. Con Wal nos sentamos, uno a cada lado del pasillo, nos miramos y le digo: ¿Vos entendiste algo? yo sólo la palabra tumor, por el resto en ese momento lo bloquee.
Esperamos que terminara con el otro paciente, cuando sale nuevamente dice: bueno ahora van al segundo piso, yo ya hablé. En ese momento le preguntamos, perdón, ¿pero que tengo? tiene cáncer B5b (como que yo supiera qué cosa significaba) Wal dice: ¿es maligno? sí claro! respondió, pero usted ya lo sabía! esto era sólo para confirmar.
Con lo que me quedaba de voz le dije: ¡No, yo no sabía nada!
Y así, dejando atrás a un médico que preferiría no haber conocido me encontré con el cirujano y su equipo de la breast unit, los cuales fueron ante todo humanos, y si bien la noticia no había cambiado el abordaje incluidas las disculpas ajenas fueron un manto de piedad para nosotros.
Aún no podíamos salir del estado de shock, el viaje dió un giro inesperado y nos obligó a repensar, repensarnos.
En lo personal tuve los primeros momentos de mucha angustia, esta era una nueva batalla para mí que venía siendo resiliente con la artritis reumatoidea. Cuando me hablaban de tener fuerzas o que esto es algo común en este tiempo, que si hay alguien que podía con esto era yo, etc, la verdad es que opté por silenciar los comentarios, agradecerles porque presuponía eran bien intencionados pero los dejaba pasar. Sólo quien combate estas batallas, en especial con una que no tiene cura, puede comprender de lo que estamos hablando y porqué yo sentía que mis fuerzas ya las había agotado en la primera batalla.
Llorar y llorar, sacar todo hacia afuera para que nada me quede dentro y comenzar a prepararme para lo que vendría. Nutrirme de las cosas y las personas que me hacían bien, lo que me llevó día a día, muy lentamente a levantarme y recargarme de energía.
El 3 de mayo me hicieron la mastectomía con reconstrucción y extracción de ganglios en la mama izquierda, mientras que en la derecha extrajeron calcificaciones. Por protocolo Covid estuve internada sola, sin Wal que me tuviera la mano al despertar de la anestesia. Cuatro días de internación, muchos mismos y contención gracias al invento del celular pero definitivamente sola atravesando un dolor muy intenso, incluso para mí con un alto umbral de dolor.
El post operatorio no fue difícil, el problema comenzó cuando los dolores articulares, por imposibilidad de tomar la medicación para la artritis (por los próximos cinco años), eran tan fuertes que no me permitían levantarme de la cama. Corticoide y antiinflamatorios ayudaron a mejorar, al menos transitoriamente, la situación.
Mojar los pies en el mar, tomar los primeros rayos del sol del verano que se iniciaba, era pura vitamina para mi recuperación.
Y finalmente llegó el día de visitar al oncólogo que tenía otra sorpresa, mi tipo de cáncer no admite otro tratamiento que la quimioterapia.
Entró en detalles de un sin fin de porcentajes y probabilidades a fin de mostrar los beneficios de la quimioterapia. Otro giro de dirección, por los próximos seis meses. Cumplió con todo el listado de información necesaria y al programar el inicio de la terapia, consensuamos que era más beneficioso para mi salud mental y preparación para la nueva etapa, permitirme tomarme un respiro de todo tema médico y así nosotros hacer nuestro viaje pre programado a Malta.
Allí tuve un momento muy empoderante y fue cuando decidí raparme anticipadamente el cabello y no usar ni peluca, ni turbante sino simplemente lucir mi cabeza rapada aceptando que esta soy hoy y que es el nuevo look, elegido por mí, aunque haya tenido un impulso externo.
No es protesta sino liberación. La misma que sentí cuando finalmente, luego de casi dos meses de operada, el cirujano me dijo que ya no necesitaba usar el corpiño, lo cual no hacía desde adolescente, y usarlo para la operación fue una tortura adicional!
El 29 de junio, día en que para los creyentes, San Pedro y San Pablo me protegían, inicié la primera de dieciséis quimioterapias. El camino es largo todavía pero allí voy a seguir restando sin dejar de vivir!
La vida es un viaje maravilloso en permanente cambio, de nosotros depende aceptarlos antes o después. Disfrutar hoy, aquí y ahora lo que está y como está. Vivirlo con todos los sentidos.
Nutrirse de las cosas que nos hacen bien para recargar nuestras baterías de fortaleza y seguir. Cada uno tiene sus resortes y no hay quien se conozca más que uno mismo. Aprender a ser flexibles con el entorno, no siempre está acompañándonos quien crees que debería sino quien energéticamente es para ti, aprende a verlos y recibirlos.
En mi caso, el universo me ha premiado con un ser extraordinario, que es el secreto de mi fuerza, Wal, un compañero de viaje maravilloso.
Reír es sanador, incluso hoy seguimos riendo al recordar la frase de una amiga alemana, que estaba aprendiendo a hablar español, y nos contó, entre cervezas, que ella había superado el cáncer de pechuga. ¡Esperamos que dentro de poco volvamos a brindar los cuatro por las dos!
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